jueves, 10 de noviembre de 2011

El trabajo y la mujer

Día de la mujer trabajadora, por qué se celebra el 8 de marzo

El nacimiento del Día Internacional de la Mujer, contrariamente a lo que se creía en todos los foros, no radica en un acontecimiento aislado, sobre el que ni tan siquiera existía consenso entre la historiografía norteamericana y la española, sino que ha de encuadrarse en un contexto histórico e ideológico mucho más amplio.HISTORIOGRAFÍA ERRONEA “Día Internacional de la Mujer Trabajadora:
Se considera una jornada de lucha feminista en todo el mundo en conmemoración del día 8 de marzo de 1908 en que las trabajadoras de una fábrica textil de Nueva York llamada Cotton declararon una huelga en protestas por las condiciones insoportables de trabajo. El dueño no aceptó la huelga y las OBRERAS entonces ocuparon la fábrica. El dueño entonces cerró las puertas y prendió fuego muriendo abrasadas las 129 trabajadoras que había dentro (…)” Victoria Sau, Diccionario Ideológico Feminista (1981)
En la historiografía española la conmemoración del 8 de marzo se vincula, erroneamente, al incendio ocurrido el citado día del año 1908 en una fábrica textil de Nueva York, provocado por el propio empresario ante las obreras declaradas en huelga y encerradas en el inmueble.
En la historiografía estadounidense se vincula, también erroneamente el orígen del 8 de marzo a una manifestación de trabajadoras del sector textil en la ciudad de Nueva York que reinvindicaban mejoras laborales.

Las referencias sobre el origen de la celebración del 8 de marzo que se basan en el incendio de la fábrica en Nueva York o en la manifestación de las trabajadoras son falsas debido a la manipulación de querer silenciar el verdadero origen de esta festividad.
En relación al incendio, basta con mirar el calendario para hacer tambalear esta teoría. El 8 de marzo de 1908 era domingo, un día un tanto extraño para declararse en huelga sin perjudicar al empresario.
Sí que hubo un incendio en la fábrica la “Triangle Shirtwaist Company” donde murieron muchas mujeres, la mayoría chicas inmigrantes entre los 17 y 24 años, pero no fue el 8 de marzo de 1908 sino el 25 de marzo de 1911, dos días anterior a la primera celebración del Día Internacional de la Mujer.
En relación a la manifestación, aunque esta manifestación tuvo lugar, no fue ni el 8 de marzo de 1857, ni el 8 de marzo de 1908 como se suele referenciar. Fue el 27 de septiembre de 1909 cuando los/las empleado/as del textil hicieron una huelga de trece semanas (hasta el 15 de febrero de 1910) en demanda de mejoras laborales, pero este acontecimiento tampoco es el origen de la celebración del 8 de marzo.
Las historiadoras Liliane Kandel y François Picq afirman que el mito que sitúa la manifestación en el año 1857 fue creado en 1955 para eliminar el carácter comunista que más tarde adquiriría el Día Internacional de la Mujer.
La decisión de convertir esta celebración en una festividad internacional corrió a cargo de Clara Zetkin (1857-1933), lider del movimiento alemán de mujeres socialistas. Pero la propuesta presentada por Clara Zetkin en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, celebrada en Copenhague los días 26 y 27 de agosto de 1910, para organizar la celebración de un Día Internacional de la Mujer no era del todo original. Tenía un antecedente en el que inspirarse, el Women’s Day que las socialistas estadounidenses llevaban celebrando desde 1908, cuya finalidad era la reivindicación del derecho al voto para las mujeres.El Partido Socialista Americano designó el último domingo del mes de fe brero, día 28 de 1909, como Woman’s Day, para reivindicar el derecho de las mujeres al sufragio. Hasta el 1920 no fue aprobada la Decimonovena Enmienda de la Constitución Estadounidense por la que se otorgaba a las mujeres el derecho al sufragio.
El Día Internacional de la Mujer, que tiene sus orígenes indiscutiblemente en el movimiento internacional de mujeres socialistas de finales del siglo XIX, tenía como finalidad exclusiva promover la lucha por el derecho al voto de la mujer, sin ningún tipo de restricción basada en el nivel de riqueza, propiedades o educación.
La primera celebración del Día Internacional de la Mujer se produjo el 19 de marzo de 1911, y fue seguida en Austria, Alemania, Dinamarca y Suecia.
En los primeros años, el Dia Internacional de la Mujer se festejaba en fechas diferentes según los países. Pero en 1914, a propuesta de las alemanas, el Día Internacional de la Mujer se celebró por prim era vez el 8 de marzo en Alemania, Suecia y Rusia. La única autora qu ese aventura a dar una explicación sobre la elección de esta fecha es Renée Côté, quien sólo apunta como posibilidad el hecho de que el mes de marzo estaba cargado de contenido revolucionario, pero sin dar ningún argumento sólido sobre por qué ese día en particular y no otro.
También la Revolución Rusa de 1917 tuvo una gran influencia a todos los niveles en el Día Internacional de la Mujer. Aunque el 8 de marzo se llevaba celebrando el Rusia desde 1914, en el año 1917 las mujeres rusas se amotinaron ante la falta de alimentos, dando inicio al proceso revolucionario que acabaría en el mes de octubre de ese mismo año. Los acontecimientos del 8 de marzo de 1917 (23 de febrero en su calendario) son importantes, no sólo porque dieron origen a la revolución y porque fueron protagonizados por mujeres, sino porque, según todo parece apuntar, esos sucesos fueron los que hicieron que el Día Internacional de la Mujer se pasara al celebrar sin más cambios hasta la actualidad el 8 de Marzo.
Naciones Unidas, con ocasión de la celebración en 1975 del Año Internacional de la Mujer, ofreció una versión de los hechos que habían conducido al nacimiento del Día Internacional de la Mujer. Según Ana Isabel Álvarez, es muy interesante resaltar que en ese breve informe se silencian de manera absoluta los sucesos vividos en Rusia en 1917 que precisamente fueron los que harían del 8 de marzo el día elegido para celebrar el Día Internacional de la Mujer:”El Día Internacional de la Mujer fue propuesto por primera vez por Clara Zetkin, una representante de la Conferencia de Mujeres Socialistas, celebrada en Copenhague en 1910.
La propuesta llegó al comienzo de un periodo de gran transformación social y política en el mundo. Europa estaba al borde de la I Guerra Mundial, los imperios coloniales de Asia y África estaban sufriendo las primeras conmociones de la revuelta nacionalista, y en Norteamérica el movimiento por el sufragio femenino estaba cuestionando algunas de las presunciones de las relaciones humanas. La llamada de Clara Zetkin a las mujeres para unir su lucha por la igualdad de derechos con la lucha por preservar la paz mundial topó con un cora sensible.
Cuando se celebró el primer Día Internacional de la Mujer en 1911, más de un millón de mujeres participó públicamente en él.
Además del derecho a voto y a ocupar cargos públicos, demandaban el derecho a trabajar, a la enseñanza vocacional y el fin de la discriminación en el trabajo”.

el trabajo y la mujer

http://www.youtube.com/watch?v=W3bfxZJxm8o&feature=player_detailpage

el trabajo y la mujer

Cuadro de texto:  Paola Delbosco
Febrero 2007
MUJER Y TRABAJO

Mucho ha sido dicho y escrito sobre la relación de la mujer y el trabajo en el mundo contemporáneo, por eso empezaré con una necesaria aclaración histórica: la mujer siempre trabajó.
Esta afirmación sirve para centrar el problema en su justa dimensión, dado que a menudo se define nuestra época como la que permitió el trabajo femenino.

1-      El trabajo lejos del hogar

Es verdad que la revolución industrial, sobre todo durante el siglo XIX, significó un cambio extraordinario en el campo laboral -lo que no quiere decir que haya sido extraordinariamente bueno ni para varones ni para mujeres- por la masiva incorporación de asalariados y asalariadas al trabajo industrial.
El primer efecto fue la separación del lugar del trabajo respecto de la vivienda, cuando antes se trabajaba en el mismo lugar en que se vivía. Esto produjo una rápida y altamente desordenada urbanización, con la aparición de aglomerados de viviendas precarias, carentes de servicios y mínimas comodidades. Claro que la alternativa era el hambre, por lo cual no criticaré el trabajo en sí, pero sí sus condiciones. En cuanto a la vida familiar, que generalmente constituye la mejor defensa contra la pobreza y la enfermedad, el hecho de que las mujeres pudieran aportar algún beneficio económico al hogar sería seguramente positivo, a pesar de que se pagó por él un alto precio, que fue el virtual abandono del hogar por parte de padre y madre por casi todo el día, o, como alternativa nacida del mismo problema, la incorporación prematura de la niñez al trabajo asalariado.
Las novedades sobre el trabajo de la mujer hacia fines del siglo XIX  y sobre todo durante el siglo XX consistieron en la incorporación de la mujer al trabajo profesional, que implicó la apertura a la población femenina primero de institutos terciarios y después de las universidades, aunque no todas las facultades. Las primeras profesiones femeninas tenían que ver con la atención a las personas, así que se trató sobre todo de formar a enfermeras especializadas y a maestras y profesoras. Después fueron cayendo una a una las barreras culturales que impedían el ingreso femenino a determinadas carreras, y las universidades fueron admitiendo a las mujeres en todas sus especialidades, no sin tener que éstas tuvieran que vencer  ulteriores obstáculos en sus compañeros, profesores o futuros clientes.
Ahora el panorama es muy diferente y las dificultades son también distintas. Siguen persistiendo algunos prejuicios respecto de la idoneidad femenina en determinadas especialidades, como por ejemplo la cirugía o la industria pesada, pero hay mujeres trabajando en prácticamente todos los trabajos y los niveles directivos posibles, seguramente con mayor presencia donde esté en juego el contacto con las personas.
Lo interesante de la cuestión no es tanto derribar los últimos prejuicios existentes contra una igualdad de oportunidades entre varones y mujeres- en algunos países europeos han creado inclusive un ministerio que se ocupa precisamente de eso- sino en mejorar  la relación trabajo-vida personal y familiar, dado que el riesgo cultural actual no es la exclusión de la mujer del mundo del trabajo, sino el sacrificio de la persona y de la familia en aras a la productividad.
Es lógico pensar que en un país económicamente inestable como la Argentina tener trabajo es ya de por sí un bien, así que uno agradece y no tiene pretensiones. Sin embargo ya se oyen quejas cada vez más frecuentes sobre la dificultad de conciliar la vida laboral con la vida familiar, y suele ser la mujer la que se queja más, por sentirse más directamente implicada en las problemáticas de la casa, pero también los hijos y los maridos son parte interesada en un cambio cultural a favor de un trabajo integrado armoniosamente con los otros aspectos de la vida de la persona.
En la Argentina  aumenta cada año la cantidad de mujeres que trabajan fuera de su hogar, y este número se incrementa en la medida en que nos dirigimos a una generación más joven: las chicas que empiezan ahora su vida adulta ya no tiene como prioridad casarse y tener hijos, sino que aspiran a conseguir un buen empleo por el cual acceder a los bienes que esta cultura promete- y exige. En esta aspiración la diferencia social y de educación influyen sobre el panorama de posibles alternativas laborales, pero no sobre las metas: el éxito de una vida, tanto de la mujer como del varón, se tiende a medir por el beneficio económico o la rapidez del ascenso dentro de la organización laboral, y no tanto por otros factores ligados al desarrollo personal y afectivo.
Lo que antes parecía ser la modalidad masculina de presencia en el mundo, ligada al reconocimiento público de lo que uno sabe hacer, es ahora también un parámetro femenino de medición de la propia capacidad.
Hasta aquí nada raro, sino un cambio coherente con la modificación del acceso a la educación y al trabajo profesional, que hace pesar más lo que podríamos llamar la vida pública  sobre la vida privada. Sin embargo la vida tiene los dos aspectos, fuertemente interconectados.
Por esta razón identificamos algunos elementos de preocupación que surgen de a preponderancia que la cultura actual está dando al desarrollo de la carrera laboral por sobre el desarrollo personal y familiar.

2 Aportar desde la diferencia

En primer lugar es interesante señalar que, en el esfuerzo de asimilación de las mujeres al mundo del trabajo  remunerado, aspirando a una igual remuneración que los varones, éstas han tenido la tendencia a borrar toda diferencia con respecto a los hombres para manifestar su plena aptitud para cualquier tipo de actividad.
En esa nivelación de diferencias se han perdido quizás ciertos aspectos positivos de lo femenino, de los cuales el mundo tiene hoy una urgente necesidad; podríamos definir rápidamente esas capacidades diferenciales como servicio a la persona.
Para asegurarnos que esta afirmación no sea atribuida a la supervivencia de prejuicios, nos apoyamos en ciertas evidencias científicas recientes sobre cierto diferente funcionamiento del cerebro femenino con respecto al masculino, que se repercute lógicamente también en la conducta y en la capacidad para interactuar.
La clave de las diferencia parece depender de un mayor desarrollo relativo del cuerpo calloso, ese conjunto de fibras que une los dos hemisferios cerebrales. En la mujer se ha constatado un desarrollo de hasta un 12% mayor que en el varón. Una de las funciones que mejoraría esa mayor extensión del cuerpo calloso es el intercambio de información y de actividad entre los dos hemisferios que habilita para la comprensión de aspectos humanos complejos de las situaciones. Se destacaría, por ejemplo, la capacidad de comprender el estado emocional del otro, así como una especial aptitud por tener en cuenta numerosos detalles del contexto, que pueden dar un panorama más preciso de una situación.
La mujer tendría así un mejor rendimiento comparativo en tareas como la comunicación, la mentoría, el trabajo en equipo, cierta forma de liderazgo ligada al desarrollo de los demás.
Si la integración de la mujer al mundo del trabajo implica la pérdida de sus capacidades diferenciales, podemos afirmar que el mundo del trabajo en general se empobrece. Frente a un panorama más complejo de relaciones entre personas, o entre países y culturas diferentes, perder el punto de vista femenino y sus capacidades propias no es oportuno.

3- Presencia en la casa

Un segundo aspecto que hay que tener en cuenta para buscar soluciones es que la presencia femenina cada vez más numerosa en todo tipo de trabajo tiene como contrapartida una casa con cada vez menos presencia de mujeres. Se me puede objetar que esto sucede también con el varón, a lo que contestaré que es verdad, y que quizás la actual creciente ausencia de mujeres en el hogar nos hará finalmente buscar una solución para que también el varón recupere su tiempo para la familia.
Ignorar la importancia de la familia para la sociedad es someterse a una ideología abstractamente individualista, según la cual la vida de cada uno es independiente de la de los demás, y el progreso profesional y económico será tanto mayor cuanto más autónoma sea la persona de exigencias de otros.
Sin duda  familia es una estructura orgánica de la sociedad, por la cual  ésta crece y transmite sus valores y su cultura. Si funciona medianamente bien, el recambio generacional va a ser de buena calidad, con personas capaces de convivir e interactuar generosa y eficazmente. Por eso la familia en general y la maternidad en particular son dignas de ser protegidas.
Por su parte el mundo del trabajo, como aspecto integrante de la sociedad, debe estructurarse de tal manera que la persona pueda vivir una vida personal y familiar satisfactorias. Hasta ahora parecía que la familia debía ser sacrificada en aras de la total disponibilidad para el trabajo; el ingreso de muchas mujeres al mundo del trabajo ha modificado esto, porque han sido ellas -más que ellos- las que han reclamado más tiempo para la familia. En realidad tanto el varón como la mujer se benefician si hay más flexibilidad y más reconocimiento de las necesidades personales y familiares, pero el reclamo ha sido más una iniciativa femenina-por motivos ligados a los embarazos, la lactancia y la crianza de hijos pequeños- que masculina. Ahora se trata de una nueva cultura de conciliación entre ambos espacios. Si bien estamos recién en los comienzos, ¡bienvenida!

El trabjo y la mujer

En los ultimos años ,la mujer no solo se ha incertado al mundo laboral; sino que además realiza trabajos antes considerados masculinos y tambien se ocupa de los quehaceres de la casa y de la familia.
ES SIN DUDA , UNA GRAN TRABAJADORA!!!!!!!!!!!!

el trabajo y la mujer